Caminar entre las ruinas de un edificio abandonado, construido hace tiempo por personas que ya no existen, me transmite una sensación extraña. Por un lado siento nostalgia y tristeza por aquello que se ha perdido. Por otro lado me admira la belleza de esos restos que aún se anclan en el presente, irguiéndose inexorables, desafiando al tiempo.
Esos fragmentos rotos me recuerdan un pasado y su presencia destierra el olvido que de otra forma habría conquistado ese lugar. No existe olvido mientras existan vestigios que nos recuerden el pasado.
La existencia de esos recuerdos me reconforta, me da serenidad y el espíritu de esos lugares hace que el tiempo se detenga en los instantes en los que mis pasos recorren el lugar.
Me fascinan las ruinas y lo que ellas me transmiten…
«Desafiando al Olvido».
Óleo sobre lienzo, 2016. (116 x 81 cm)
Existe un edificio que me encanta recorrer; el impresionante Pazo de Lourizán (Pontevedra), obra del arquitecto Jenaro de la Fuente (1851-1922). Es una construcción magnífica que, a pesar de su abandono, no ha perdido su grandeza. Puedo pasarme horas recorriendo ese lugar (a pesar de no poder visitar su interior).
Hubo un día en el que, mientras paseaba delante de la fachada, los rayos del sol iluminaron el cristal de una puerta y, por un instante, pude observar mi propia imagen reflejada. Me llamó mucho la atención esa luz tan particular que definía el reflejo. Eso me dio la idea de lo que quería pintar. En ningún momento quise que fuera mi autorretrato sino, sencillamente, la imagen de una mujer.
Detalle
En principio la intención era únicamente el reflejo, pero luego decidí que esa imagen era perfecta para una construcción en ruinas donde la piedra, el musgo y el tiempo compartiesen un mismo espacio y un mismo instante.
Tardé bastante tiempo en realizar la composición del cuadro, no tenía muy claro cómo hacerlo, hasta que recordé una visita que hice años atrás al monasterio de Santa María de Oia (Pontevedra), otro de mis lugares favoritos. Rememoré la sensación que tuve al entrar en el claustro abandonado y a partir de ahí elaboré el cuadro.
En septiembre del 2015 estuve recorriendo varias casas abandonadas. Me pasé horas contemplando detalles de cristales rotos, hiedras invadiendo las estancias, musgo acostado en las piedras, puertas resquebrajadas y empapándome de sensaciones.
Y poco a poco el cuadro fue creciendo hasta llegar a convertirse en uno de mis favoritos por todo lo que me transmite y por el recuerdo de aquellos lugares que he visitado para crearlo, instantes que perdurarán en mi memoria y que volverán a mí en las ocasiones que mis ojos reposen en este cuadro.
Esta obra es la primera que pinté de una serie inspirada en edificios abandonados, lugares que me hacen reflexionar sobre el paso del tiempo y en lo breve que es nuestra existencia.
Copyright © Mayte Prieto art.
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